jueves, 12 de marzo de 2009

Una mejor opción

Hoy es urgente y esencial que el mundo se movilice ante el cambio climático. De hecho, ya no puede haber debates acerca de la necesidad de actuar, porque el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (PICC), ha establecido que el cambio climático es una realidad inequívoca y más allá de cualquier duda científica.
Puede haber además graves consecuencias para la salud humana si no se pone control al cambio climático, particularmente mayor morbilidad y mortalidad como resultado de las de calor, inundaciones y sequías. Más aún, cambiaría la distribución de algunas enfermedades, haciendo más vulnerables a las poblaciones humanas.
Puesto que el efecto del cambio climático es global, hace falta que el planeta como un todo adopte medidas específicas de adaptación. Sin embargo, ya es claro que la capacidad de adaptación de algunas comunidades se verá superada rápidamente si no se reduce la intensidad del cambio climático.
Políticas como las de Kyoto sólo son una distracción costosa de la tarea real de alejarnos de los combustibles fósiles. Hay dos razones fundamentales por las que concentrarse en la reducción de las emisiones de carbono es la respuesta equivocada al calentamiento global.
En primer lugar, el uso de los combustibles fósiles sigue siendo la única forma que tienen los países en desarrollo para salir de la pobreza. El carbón suministra le mitad de la energía del mundo. En China y la India representa más del 80% de la generación de energía y está contribuyendo a que los trabajadores de esos países tengan un nivel de vida que sus padres no podían imaginar siquiera. Limitar las emisiones significa quitar en efecto esta posibilidad a cientos de millones de personas. No hay una fuente de energía “verde” que sea lo suficientemente asequible para sustituir al carbón en el futuro cercano. En cambio, el aumento de nuestras investigaciones hará que la energía verde sea más barata que los combustibles fósiles hacia mediados de siglo.
En segundo lugar, los recortes inmediatos de las emisiones de carbono son costosos, y el costo supera significativamente a los beneficios. Si el acuerdo de Kyoto se hubiera aplicado plenamente a lo largo de este siglo, sólo habría logrado una insignificante disminución de la temperatura de 0.2oC (0.3°F), a un costo de 180 mil millones de dólares al año. En términos económicos, Kyoto sólo genera alrededor de 30 centavos de dólar de beneficios por cada dólar gastado.
Con recortes más pronunciados de las emisiones, como los propuestos por la Unión Europea –20% por debajo de los niveles de 1990 en 12 años—sólo se reducirían las temperaturas en una sexagésima parte de grado centígrado (una trigésima parte de grado Fahrenheit) para 2100 a un costo de 10 billones de dólares. Por cada dólar gastado sólo habría beneficios por cuatro centavos de dólar.
Lo más triste del debate sobre el calentamiento global es que casi todos los protagonistas clave—políticos, activistas y expertos – ya saben que el acuerdo al viejo estilo que actualmente está sobre la mesa para la reunión de Copenhague de diciembre tendrá un efecto insignificante sobre las temperaturas.
Afortunadamente, tenemos una opción mucho mejor con una posibilidad mucho más alta de tener éxito: debemos hacer que las fuentes de energía de baja emisión de carbono como la energía solar sean una alternativa real y competitiva frente a las viejas fuentes de energía, y no el dominio exclusivo de los ricos que se quieren sentir "más verdes".
Por lo tanto, debemos invertir en una escala efectiva en la invención de tecnología nueva. Al contrario de lo que podría imaginarse, el Protocolo de Kyoto no ha dado lugar a esas investigaciones. En efecto, la inversión para la investigación se ha desplomado desde los años ochenta y no ha aumentado desde entonces, incluso entre los países participantes en Kyoto.
Hacer grandes inversiones en investigación y desarrollo de energía de baja emisión de carbono, energía solar u otras tecnologías nuevas resultaría más barato que los combustibles fósiles mucho más rápido. Según cálculos económicos, por cada dólar gastado habría beneficios por 16 dólares.
Todos los países deberían estar de acuerdo en gastar el 0.05% de su PIB en investigación y desarrollo de energía de baja emisión de carbono. El costo global total sería 15 veces más alto que el gasto actual en la investigación de fuentes de energía alternativas, pero seis veces menor que el costo de Kyoto. Un acuerdo de esta naturaleza podría ser el nuevo tratado de Kyoto – la principal diferencia sería que este protocolo sí marcaría una diferencia y tendría buenas oportunidades de ser aceptado a nivel mundial.