La pregunta acerca del nivel de compromiso en materia de
desarrollo sostenible y valor ético que tiene nuestros países latinoamericano
en la participación ciudadano; la realidad demuestra una raquítica inversión. Se
puede hacer una revisión a todo el deterioro empresarial e institucional, con
una rotunda conclusión que no ha sido
por capacidad administrativa y/o gerencial; más bien, ha sido una crisis de valores éticos y morales, en donde
la codicia de los protagonistas, la
multiplicación de fraudes, la creación de incentivos perversos y conductas
imprudentes, han explotado la burbuja, repercutiendo la quiebra y poniendo
en duda gestión pública y privada.
Debido la globalización en todos los sectores, la gestión
pública no está exenta al deterioro, en donde los valores éticos y morales son
los hilos conductores de una transparente participación, una rendición de
cuentas claras, compromiso y ejecución eficiente, para así, robustecer la
democracia. Es necesario que prevalezca la solidaridad, el voluntariado, la
responsabilidad colectiva, el respeto mutuo, la crítica como valores; los
cuales dará facultades para establecer espacios de reuniones abiertas con un
rico intercambio de información y toma de decisiones colegiadas. Además, el
liderazgo ético comunal permite facultar y empoderar a sus miembros para
descentralizar las actividades permitiendo un mayor resultado en el compromiso.
La democracia participativa se amplia, por la generación
de espacios para la interrelación de experiencias con el objetivo de una vida
más justa; con un mayor control en el desarrollo local y mayor inclusión;
empero, fundamentada a los valores éticos siendo garantes a su gestión transparente.